CLASE ÚLTIMA

Esta una clase de aplicación de conceptos éticos y es la clase de cierre de la materia. Como para que participen y nos vayamos despidiendo. Queda el grupo abierto igual y yo les iré subiendo material de interés filosófico para las personas que quieran seguir conectadas. Verán que el capítulo es un ejemplo de humor irónico y una crítica cultural en que se entrelazan cuestiones éticas y cuestiones políticas. Ética y Política en términos filosóficos; es decir: cuestiones sobre “el gobierno de uno mismo” y cuestiones sobre “el gobierno de los otros” A propósito, no lo pude compartir por ninguna red porque enseguida se detecta que “es un contenido que pertenece a la cadena fox”. El tema de la propiedad intelectual corporativa es un limitante a nuestra libertad de acceder a contenidos que puedan ser catalogados como “pedagógicos”. Imagínense el negocio que construyó ese sofista llamado Matías Morla aprovechándose de lo que en filosofía diríamos “un príncipe que no puede ser aconsejado”: pronto no se podrá decir “Maradona” sin que un representante de Morla nos demande por usar un nombre registrado bajo su propiedad intelectual. En fin, ustedes igual al video ya lo vieron. Algo muy usual en Los Simpson: su estructura narrativa se desarrolla en capas. Comienza por una historia que abarca la mitad del capítulo pero que argumentativamente sirve sólo de excusa para presentarnos el contenido central: la segunda historia. En este caso: la llegada al estadio en que una multitud escucha ansioso al profeta del “ajuste automático del yo” El orador (vean la figura histórica del “sofista” si les interesa) vende todos sus libros en Springfield, ciudad deseosa de soluciones fáciles. Una ciudad-masa, ¿cuántas veces los ciudadanos de Springfield van masivamente detrás de lo que una autoridad les dice que hagan sin ningún tipo de reflexión (ejemplo: la persecución a los inmigrantes porque el alcalde Diamante no puede justificar el aumento de impuestos)? Y el orador descubre el criterio que puede llevar a la comunidad a la felicidad: vivir como el niño. Ya lo había señalado: pasamos de ser personas que viven a ser personas que hacen en función de complacer a los demás. Aquí tenemos un primer guiño a una discusión filosófica muy fuerte que comenzó en la vieja Grecia con los cínicos (cinos significa “perro” en griego, o sea la secta del perro). Lean lo que dice un crítico muy importante sobre la importancia de los cínicos (¡¡3 siglos antes de la nueva era, o sea del nacimiento de cristo!!: III a.C.): “Movimiento intelectual negador de los valores acartonados de una civilización en crisis, el cinismo griego denuncia la falta de libertad auténtica y reivindica la autonomía del individuo frente a la familia, la ciudad y la moral de compromiso.” Esa actitud regresa con Federico Nietzsche: medio porque enloqueció a causa de la sífilis, medio porque era un genio, este filólogo y filósofo alemán de la segunda mitad del siglo XIX, denunció la hipocresía de la época e hizo un análisis genealógico de los valores morales. O sea, reconoce que los valores morales no son eternos ni dados de una vez y para siempre a la humanidad para que se autogobierne, sino que es un invento político y es también una ficción: para Nietzsche, los valores modernos dominantes son los valores representativos de la manada dócil y resentida que se impuso a los fuertes por naturaleza. En fin, los nazis reivindicaban a Nietzsche, y es obvio. Pero lo que importa es su “filosofía a matillazos” dentro de una sociedad en una época también en crisis (la época de Sigmund Freud) ¿Qué descubre el orador del “ajuste automático del ego”? eso que se dio en llamar en el capítulo, la “filosofía bartiana” O sea, suponemos que hay valores y hábitos que podemos tomar en la propia persona como modelo de humanidad y establecer una máxima moral objetiva a partir de generalizarla a todos los demás. El pueblo DEBE comportarse como el niño “ángel caído”, que es un niño emocionalmente sano (¿?) que tiene un ego bien íntegro con límites bien definidos y que “hace lo que se le antoja”. Ya saben los resultados paradójicos a los que se enfrenta la comunidad al adoptar el ideal de vida bartiano: fíjense que ¿curiosamente? volvemos a la clase primera sobre la moral en la ciudadanía vial. ¿Pueden imaginarse a los platenses saliendo a manejar y a cruzar la calle siguiendo el ideal de buena vida bartiana? O sea: ¡hacer lo que se me antoja! Como dice el periodista: aceptar ¡finalmente! sus impulsos y abrir una comunicación sin reservas… (¿con quién o para qué? Eso no se sabe) Ya lo hemos hablado: la vida se volvería más caótica que ahora, habría más asesinatos en la vía pública, nos convertiríamos en esos “homo homini lupus” que imaginaba Thomas Hobbes como metáfora de una sociedad sin una ley externa a los intereses inmediatos y las pasiones de los individuos y de sus comunidades de pertenencia. La conclusión es extraña: pasamos del comienzo con la idea de que vivimos para complacer a los demás (¿dirían que a eso se reduce nuestra existencia con otros, en comunidad?) y adoptamos la idea de que es necesario que brote nuestro inconsciente sin trapujos ni ataduras (por eso para Freud era importante la figura de ese Superyó social que limitara nuestros impulsos sin filtros) para terminar hablando de la imposibilidad de la autosuperación después que la masa (nuevamente) intentara linchar al chivo expiatorio. AL final, no se habla tanto de la necesidad o no de gobernarnos entre nosotros con leyes y normativas que surjan de nuestra verdadera naturaleza (Rousseau) y de la posibilidad de llegar a un acuerdo intersubjetivo a través del diálogo y de algo que no sea meramente la ley y la posibilidad del castigo, sino que se circunscribe la discusión al plano personal de la autosuperación: “que no eres un buen modelo psicológico, Bart” (típica excusa de Homero), que la autosuperación es sólo para las grandes ciudades (Marge) o bien la autosuperación como un largo camino de descubrimiento espiritual. Finalmente, la televisión (ahora serían las redes sociales y antes era el walkman) salva a la familia de seguir reflexionando. Y gana Homero, como siempre: mejor seguir en la misma, como antes, sin que nada cambie. ¿Y Bart? Pues, en un capítulo del libro “Los Simpsons y la filosofía” así se describe el fragmento que les seleccioné, entre las páginas 84 y 89: En «El niño que hay en Bart», episodio sumamente revelador, Brad Goodman, gurú de la autoayuda, convence a todos los habitantes de Springfield de actuar como Bart Simpson, de la importancia de hacer «lo que les salga de ahí». El presentador del telediario, Kent Brockman, empieza a soltar tacos en vivo y se sirve nata en la boca directamente del envase; el reverendo Lovejoy interpreta (bastante mal) un tema de Marvin Hamlisch en el órgano de la iglesia y ante toda la congregación; las tías Patty y Selma atraviesan la ciudad cabalgando a pelo, desnudas. Al ver que todos lo imitan, Bart dice a su hermana: «Lisa, ¿has visto que hoy soy un dios?». Sin embargo, pronto descubre que no todo es felicidad: si quiere hacerse el gracioso ante las preguntas de la señorita Krabappel, todos sus compañeros responden con ingenio. Y cuando se dispone a escupir a los coches que pasan por la autopista, descubre que ya hay decenas de personas escupiendo desde el puente. Se siente infeliz, y otra vez es Lisa quien le explica la razón: BART: Lisa, ahora todos están actuando como yo, ¿por qué lo odio ? LISA: Sencillo, Bart. Te habías definido como un rebelde y, en ausencia de otro entorno represivo, la gente ha imitado tu cliché social/ tu nicho social ha sido asimilado. BART: Entiendo. LISA: Después de la sesión de autoayuda, perdiste tu identidad, y entraste al engranaje de la sociedad hiper-simplificada de la comida instantánea BART: ¿Y qué puedo hacer? LISA: Bueno, ahora tienes ocasión de desarrollar una nueva y mejor identidad… ¿podría sugerir noble y sumisa? BART: ¡No suena mal! ¿Y qué tengo que hacer? La identidad de Bart se ha forjado sobre su rebeldía, el desafío a la autoridad. Por consiguiente, cuando la autoridad desaparece, Bart pierde su identidad, ya no sabe quién o qué es. Curiosamente, en su enorme sabiduría, Lisa le recomienda que se invente una nueva identidad, esta vez dócil y bondadosa, la del santurrón, presumiblemente a la manera de Ned Flanders, alguien que se deje pisotear por otras personas (como Homer). Como no tiene idea de por dónde comenzar, Bart le pide a Lisa que le explique cómo hacerlo. Y, de nuevo, en lugar de encarnar el ideal nietzscheano del que se crea y se supera a sí mismo, el ser que activamente confiere un estilo a su personaje y forja nuevos valores, Bart sigue intentando distinguirse mediante la reacción, en respuesta a los demás, con la mediación de los demás (de Lisa, que le indicará lo que debe hacer, y a través de aquellos que, presumiblemente, lo pisotearán). En un «entorno represivo», Bart es la antiautoridad, hace todo lo que le prohíben sus padres y maestros: el crío es así, y no es más que eso. Desprovisto de ese entorno, Bart se encuentra confuso y busca aferrarse a alguien que lo ayude a definirse y reinventarse a sí mismo. De hecho, Bart podría representar la precariedad de nuestra posición en un mundo posnietzscheano. ¿Podría ser Bart, en cierto modo, un ejemplo del ideal (inverso) nietzscheano? No, el ideal de Nietzsche es más bien el artista, el individuo que se crea y se supera a sí mismo, que forja nuevos valores y convierte su vida en una obra de arte Salvando al posible nietzscheano Bart, y al sensual Homero (en el sentido de que puede representar una vida in-esencial que huye de la verdadera existencia y se sumerge en la saciedad de los placeres del cuerpo) el resto de los personajes, las mujeres, remiten a teorías éticas. Siguiendo otro capítulo del libro ya citado: Así como Aristóteles comprende la importancia del justo medio para una vida virtuosa, Marge orienta sus acciones de acuerdo con el equilibrio moral entre extremos viciosos. Según Aristóteles, «ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por naturaleza» En lugar de eso, dice, contamos con una capacidad natural para adquirir las virtudes por costumbre: «Practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados y practicando la virilidad, viriles» ¿Por qué es importante esta cita? Primero, porque se trata de un filósofo griego que escribe (como los cínicos, ¡hace 2400 años!) de cuestiones que siguen interpelándonos, que nos llama a reflexionar en lo que dice porque parece fundamental para entender lo que somos y en qué nos podemos convertir. Porque estos griegos pensaban que una vida vistuosa es una vida en la que uno se hace un hábito en el que elije siempre el justo medio, sin extremos, o sea, sin vicios por deficiencia del carácter o por exceso del mismo. Pero a diferencia de los filósofos cristianos, no somos buenos o malos por nuestra naturaleza caída ni porque estemos determinados a ser buenos o malos, sino que nos convertimos en buenos haciendo cosas buenas y nos convertimos en malos haciendo cosas malas. Y podemos aprender a incorporar hábitos virtuosos. Segundo: otra cosa que aprendimos de nuestros ´padres fundadores, los filósofos griegos platónicos-aristotélicos (no de los cínicos): que las mujeres sí somos inesenciales e iguales siempre, sin cambios porque no podemos convertirnos en sujetos morales: nosotras no nos podemos convertir en viriles practicando la virilidad ni existe una feminidad que se consiga practicando e incorporando hábitos “mujeriles”: nosotras nacimos mujeres y eso es como una enfermedad por naturaleza que no puede cambiar. Seremos siempre “menores de edad” y debemos estar tuteladas por un hombre mayor porque no podemos tomar elecciones por nuestra propia cuenta. Como sea, contra lo que pensaba Aristóteles, en Los Simpson, las agentes morales son las mujeres. Lisa: puede ser una modelo dentro de las éticas de la virtud. Marge: su consigna “debió actuar por deber” la ubica dentro de las éticas del deber y de la intención En fin, les valientes que llegaron al final de la clase, les invito a compartir comentarios y pareceres o mensajes de despedida Les más valientes, les invito a buscar uno entre estos conceptos: mundo postnietzscheano; deontología kantiana; eudaimonia; cinismo antiguo. Y comentar qué es lo que encontraron. Lo que se juegan es aumentar la nota. Si quieren terminar la materia con un 10 bien merecido

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